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miércoles, 25 de febrero de 2009

Las consecuencias de los expedientes de regulación de empleo en la salud laboral



VICENTE LÓPEZ

En las páginas de los periódicos y en los informativos de radio y televisión hay unas siglas que se hacen cada vez más conocidas para la población en general, son los llamados ERE: los Expedientes de Regulación de Empleo. Distintas investigaciones en Europa y EEUU muestran que los despidos colectivos tienen consecuencias para la salud tanto de las personas que pierden su empleo como de las que lo conservan.

El último dato disponible del mes de octubre de este año es muy preocupante: 20.708 trabajadores se vieron afectados por expedientes de regulación de empleo, en su mayoría de carácter temporal, frente a los 4.050 trabajadores de este mismo mes en el año 2007. Entre enero y octubre de 2008, los trabajadores que han perdido el empleo a través de un ERE alcanzan la cifra de 29.407 personas, un 43% más que en el mismo período del año anterior. Y todas las previsiones apuntan a que en 2009 estas cantidades seguirán creciendo.

A los despidos colectivos hay que añadir los individuales, menos pregonados pero mucho más numerosos y con peores efectos para quienes los padecen, que suele ser la primera medida que adoptan las empresas pequeñas y medianas. En los tres primeros trimestres de este año, han perdido el empleo 57.453 trabajadores a través de despidos individuales, un 24% más que en el año anterior. Y, obviamente, hablamos sólo de las pérdidas de empleo que suponen una ruptura contractual, ya que, como es sabido, en España uno de cada tres trabajadores asalariados tiene un contrato temporal y, por lo tanto, la primera medida de ajuste suele ser la no renovación de contratos temporales.

Efectos sobre la salud laboral

Es evidente que el desempleo genera toda una serie de efectos sobre la salud física y psíquica de la persona que ha sido despedida pero lo que es menos conocido son los efectos que los ERE tienen sobre la salud de la plantilla en general. En España no existe ningún estudio específico sobre esta cuestión, sin embargo, si hay evidencias en trabajos realizados en Europa y EEUU que muestran que las enfermedades laborales se incrementan entre las personas que han conservado su empleo después de un ERE.

Paul Landbergis de la Escuela de Medicina del Hospital Monte Sinai de New York partiendo de un estudio conjunto que analiza diferentes fenómenos como la reducción de plantilla, la reestructuración o la externalización, concluye que las reducciones de plantillas están asociadas al aumento de las enfermedades mortales en los trabajadores estadounidenses, al aumento de las lesiones músculo-esqueléticas y el de las bajas por enfermedad. Igualmente, en un estudio realizado a los empleados públicos británicos por Labour Research Department (www.lrd.org.uk) la reducción de plantilla se asociaba claramente con el aumento de los niveles de hipertensión.
No sólo es necesario analizar la salud de los trabajadores en el momento de la reestructuración sino también posteriormente. Así, un estudio en la industria petroquímica de EEUU muestra que la externalización ha conllevado un aumento del riesgo de accidentes laborales. En Australia, una investigación en el sector textil muestra un aumento del 300% en accidentes y violencia laboral en las empresas subcontratistas. Otro estudio de referencia para valorar la relación entre reestructuraciones empresariales fue realizado en Finlandia por un equipo dirigido por Jussi Vanthera y publicado en el British Medical Journal. En él se hizo un seguimiento durante 7,5 años a un grupo 5.909 hombres y 16.521 mujeres empleadas en cuatro ayuntamientos del país que había sufrido ERES de distinta envergadura (ver tabla 1). Como indicadores se utilizó el índice de ausencias por enfermedad antes y después de la reducción de plantilla. El resultado deja claro que cuatro años después del despido colectivo las muertes por enfermedades cardiovasculares habían aumentado, algo que no ocurría con las muertes por enfermedades con un distinto origen.
Por lo tanto, parece evidente que existe cierta relación entre salud y procesos de reestructuración. Tanto por lo que respecta al propio proceso, como a los efectos posteriores a la reestructuración, esto es, ante la posibilidad de trayectorias laborales precarias (desempleo, trabajo temporal, de inferior cualificación,….) fuera del sector de procedencia, como por los propios efectos en las condiciones de trabajo de aquellos trabajadores que permanecen en el sector o la empresa (endurecimiento de las condiciones de trabajo, pérdida de derechos, etc).


Juan es uno de los muchos delegados de personal que está lidiando con la actual situación de crisis. Es un hombre calmado con más de 39 años de experiencia en el sector de la madera en una empresa valenciana que hace un año tenía 75 trabajadores y que ahora funciona con 39. Habla despacio pero sabe lo que lleva entre manos: los primeros síntomas de la crisis llegaron a mediados de 2007, once personas con contrato temporal no renovaron. A finales de ese año 15 perdieron su empleo en un primer ERE, de esas se sabe que sólo tres han encontrado trabajo. En octubre de 2008, un ERE temporal ha establecido una rotación en el empleo: 10 trabajadores van cinco semanas al paro y los 39 restantes trabajan, así unos detrás de otros. No son buenos tiempos para nadie: “todo el mundo intenta aparentar que está bien para no irse a la calle si hubiera una próxima reestructuración. Pero a algunos se les nota en la cara que la tensión les ha afectado al estómago. En otra coyuntura habrían pedido una baja para curar una gripe o una gastroenteritis, pero ahora aguantan” cuenta Juan.
La reducción de empleos genera tensión y se calientan los ánimos: “el otro día, un encargado me pidió que le enseñara a un peón a utilizar una máquina de embalaje y yo le contesté que sin problemas, pero que tuviera en cuenta, que la máquina es peligrosa y no se aprende a usar en dos días” explica Juan. El peón se tomó la advertencia mal, como si fuera en su contra, y respondió seco y amenazante: “tú protestas por todo”. Tras las palabras siguieron más amenazas – y ruedas de coche pinchadas– que he tenido que denunciar por escrito. “Pueden ser los nervios o puede ser también una estrategia de la empresa para amedrentar a quienes defendemos los intereses de los trabajadores” afirma Juan. Lo cierto es que los responsables de la empresa no mediaron en el conflicto. Como si el tema no fuera con ellos. Las políticas preventivas en materia de salud laboral también se ven afectadas por la crisis. Hace 5 años, gracias a una denuncia y a un requerimiento de la Inspección de Trabajo, la empresa empezó a invertir en tecnología para reducir el ruido de las máquinas que superaba los 80 decibelios. “Hoy vemos que todo eso se ha ralentizado –explica Juan- y por supuesto, la empresa no quiere ni oír hablar de otros riesgos para la salud como son los movimientos repetitivos, la manipulación de cargas o el control del serrín de la madera”.
 

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